viernes, 9 de marzo de 2018

TUCU - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)


T.U.C.U

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

“Pueden adueñarse de todo,
menos del sumun genitor
de un niño inquieto”

Aralba.

En el pueblito donde pasé mis primeras vacaciones escolares vivía un niño de gran imaginación. Le decían Tucu, porque entrada la noche salía del vecindario, y encaramado en la copa de un quenual contemplaba el Cosmos. Al día siguiente nos relataba sobre las constelaciones que había logrado construir con trazos imaginarios. Imágenes increíbles de un universo mágico que a los niños oyentes nos llenaba de embeleso.
 
En aquel lugar del Ande eterno donde duerme el sol, Tucu cabalgaba en las calles  espantando patos, gallinas y perros callejeros. 
 
Una mañana de enero dos niñas mortificadas por las correrías de Tucu le recriminaron así: "Un día de tanto jorobar a nuestros animalitos, tu caballito trotón se encabritará y te mandará al infierno". 
 
Esa noche Tucu no pegó las pestañas ni siquiera para parpadear, pensando en el mal augurio de las niñas pitonisas, y en cuanto amaneció regaló su caballito a un forastero que estaba de paso por el pueblo. 
 
Un día después lo hallé en el patio de su casa. Estaba desmoronando a punta de barreta un tapial pequeño. Tucu sudaba a chorros, motivando que le ofrezca ayuda, pero no aceptó, aduciendo que estaba cumpliendo penitencia por sus travesuras. Luego lampa en mano amasó tierra, agua y paja formando una mole de arcilla, tal como se hacen los adobes en la Sierra, y emulando a los constructores del “Caballo de Troya” moldeó a pulso un pony de patas gruesas como artilugio para burlar al destino.
 
 

 
Culminada su obra maestra le pregunté sobre el motivo de la hazaña artística. Tucu sonrió y contestó: "Dentro de una semana el caballito estará como una piedra, listo para montarlo sin temor a que me mande al infierno”.
 
* * *
 
Comentan que al año siguiente de mi visita al pueblo, Tucu pegó plumas con engrudo a su poncho de lana. Una vez que secó el engrudo se puso el poncho y caminó cerro arriba. Un cóndor observaba desde el cielo.
 
En la cima rocosa, de cara al abismo, elevó la mirada hacia el cóndor y extendiendo sus brazos bajo el poncho se lanzó al vacío. Los niños que estaban observando corrieron hasta el punto del lanzamiento, no encontrando a Tucu por ningún lado.
 
Horas más tarde un chacarero dijo haber visto a un cóndor tomando con sus garras algo que boyaba en el aire, y retomar vuelo hasta perderse en las alturas infinitas donde moran las estrellas.
 
 .
.
 
Han pasado 37 largos años desde que Tucu viajó al Cosmos en las garras de un cóndor, y seguramente vive “en un lugar de la Mancha...", como dice don Miguel de Cervantes al inicio de su inmortal QUIJOTE.

West Palm Beach, 19 de octubre de 2002

Fuente:

RELATOS CAMPESINOS, de NAB
 
   



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