viernes, 13 de octubre de 2017

EL TORITO DE YANASHALLASH - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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EL TORITO DE YANASHALLASH
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A los viejos novilleros chiquianos..

Por Armando Alvarado Alvarado Balarezo (Nalo)
 
La mañana del 3 de setiembre de 1977, contemplando el armado de palincas en el ruedo de Jircán mi padre me comentó, que durante la segunda corrida, a finales de los años 20, ingresó el último toro de la tarde con una potencia tal, que puso en vilo a los asistentes. Días antes el toro había llegado de Yanashallash (Pachapaqui, Aquia), escoltado por un harén de vacas madrineras.

El toro tenía un trapío nunca antes visto en Chiquián: de casi media tonelada de peso, pelaje chivillo brillante, cabeza erguida, rabilargo, ojos encendidos como chispas de fragua, de gemelos descolgados sin modestia, cuernos brochos muy afilados, abundante pelo rizado en la frente y prominentes músculos en la joroba y el cuello.

El toro dio una vuelta en el ruedo como empujado por una fuerza invisible y se paró en el centro, mostrando a los tendidos su estampa espartana. Su presencia era tan avasalladora que durante dos minutos el silencio fue total. Ni un espontáneo, de los cientos que estaban parados debajo de las palincas, se animó a retarlo. De pronto salieron del lado sur los conocidos novilleros: Luis Marzano (Lucho de Alcococha), Valerio Calderón (Muchqui de Oropuquio) y David Aldave (Lapicho de Jupash). Los tres hicieron delirar al público con su arte, entre oles estentóreos que incitaron un pasodoble en la palinca del nuevo capitán de la fiesta, donde estaba apostada la banda de músicos. Las pallas cantaban emocionadas: "Viva, viva comisario”, batiendo sus pañuelos de colores.

El toro jugaba limpio, pero minuto a minuto su impulso de embiste iba en aumento, haciendo que los tres novilleros pasen de la valentía a la temeridad. De repente el toro se paró en seco al escuchar gritos altisonantes tras la barrera norte. Olvidándose de los novilleros el toro corrió resoplando y bramando, irrumpiendo debajo de las palincas como un torbellino de humo negro. El griterío de los borrachos fue tan desgarrador que la banda de músicos enmudeció. ¡Ahurasilo shay, el toro está embrujado, nos va a matar a todos, es el diablo mismo! se escuchaba en los tendidos de sogas y maderas. Las abuelitas imploraban ¡Jesús!, apretando sus crucifijos. Más de uno se hizo la pila y algo más... 
 

La incertidumbre recién cesó cuando el toro apareció de nuevo en el ruedo y se fue directamente al toril que ya tenía la puerta abierta.

En aquella tarde memorable nadie resultó herido, ni siquiera con un chichón, aunque dicen que a más de tres tuvieron que sacarle el susto con cuy cutucho. Todos coincidieron que el toro jugaba limpio, y que irrumpió en las palincas para escarmentar a los borrachos que estaban perturbando la faena de los mejores novilleros del Yerupajá.

Ese mismo día el futuro capitán contrató dicho toro para la primera corrida del año venidero, pagando además un seguro de vida por el animal.

Horas antes de retornar a los pastizales de Yanashallash el dueño del toro fue enterado que el capitán quería darle una sorpresa al pueblo chiquiano, implantando por primera vez el “toro de muerte” con un matador contratado de Acho, y que esta suerte recaería en su ya famoso torito. El dueño meditó nostálgico, como hombre de palabra tenía que volver al año siguiente con el toro. ¿Qué hizo entonces para que no sacrifiquen al torito? En los meses siguientes lo entrenó para que no embista en la corrida; es decir, que se comporte tan manso como una yunta, como un toro doméstico más.

Pasaron 364 días y llegó la primera tarde de toros en el ruedo de Jircán. El capitán anunció montado en su caballo la salida del “toro de muerte”, haciendo hincapié que se trataba del toro de Yanashalash que jugó limpio el año anterior.  Los chiquianos se miraron sorprendidos por el anuncio, no podían creer lo que estaban oyendo y empezaron las rechiflas y los reclamos a viva voz. Todos recordaban al torito que no lastimó a nadie a pesar de su bravura. El público no quería verlo sacrificado. ¡Indúltenlo, indúltenlo, somos un pueblo pacífico! fue el pedido general. Los organizadores de la corrida no atendieron el pedido popular, y el torito salió a su cita con la espada de la muerte. Salió con la misma fuerza de un año antes, pero esta vez ataviado con una moña rojiblanca en la frente y una enjalma grana en el lomo, con el nombre del capitán en letras de oro. Dio dos vueltas limpiando la plaza y se detuvo en el centro del ruedo. Durante más de un minuto no se atrevieron a torearlo; de repente apareció bailando un borrachito longevo, motivando que el público grite de pavor ¿lo va a destripar, sáquenlo por favor!. El toro ni se movió. Permaneció parado como un tierno animalito del Portal de Belén. Se estaba jugando la vida, segundo a segundo, y tenía que neutralizar sus agallas con la mayor tolerancia posible. El borrachito se acercó blandiendo su pijsha de lana y lo pasó una y otra vez por el hocico del toro, que continuaba imperturbable. Luego le arrancó la moña. Observando la docilidad del torito, poco a poco los espontáneos empezaron a rodearlo hasta tocarle el pelo rizado de su frente y retirarle la enjalma del lomo; inclusive se acercó un perrito y lamio los labios del torito. El toro ni siquiera resoplaba. Y continuó respirando sereno hasta torcer el destino que le había fijado el capitán.
 

Finalmente los organizadores de la corrida no tuvieron otra salida que soltar tres vacas madrineras.

Cuando el toro estaba retornando al toril con las madrineras, Lucho Marzano, Muchqui Valerio y David Lapicho rieron felices, mostrando sus capotes al matador de Acho, y el público aplaudió de pie. El torito estaba a salvo, pronto volvería a respirar el aire puro de los deshielos.

Culminada la corrida el dueño se acercó al capitán para devolverle su dinero, y éste, espetó: ¡quédate con la plata, pero llévate tu toro, no lo quiero ver ni en pintura! Esa misma noche el criador y su toro retornaron a Yanashallash; él se convirtió en el ganadero más próspero de la región, y el torito pasó el resto de su larga vida como padrillo, perpetuando el linaje de su raza en las heladas morrenas aquinas.
 

VOCES NATIVAS:

Ahurasilo:

Deformación de la interjección en español: ¡ahora sí!

Capitán de la fiesta:

Representa al conquistador Francisco Pizarro durante las fiestas patronales en homenaje a Santa Rosa de Lima y San Francisco de Asís. Ofrece la primera corrida de toros.

Comisarios:

Donantes de toros bravos en las festividades patronales.
 
Cutucho:
 
Sin cola

Chivillo:

Color negro.

Madrineras:

Vacas que acompañan a los toros durante el arreo. También son utilizadas como señuelo para que el toro emplazado vuelva tranquilo al toril.

Padrillo:

Semental destinado a la fecundación de las terneras en celo.

Palincas:

Barandas en forma de tribunas con palos, pellejos de vaca y listones de madera amarrados con sogas de cabuya, de cuero o de nylon

Pallas:

Vírgenes del Sol, en tiempos del Incario. Durante la fiesta patronal integran la comparsa del Inca y Rumiñahui.

Pijcha, chuspa o huallqui:

Pequeño saquito de cuero o de lana para portar hojas de coca. En otras latitudes la palabra pijchar es usada como sinónima de chacchar y acullicar (masticar coca). La pijcha, el iscupuru (calero) de cuello alargado que contiene la cal, y la delgada varilla que transporta la cal del iscupuru a la boca, son objetos inseparables del chacchador andino.

Shay:

Amigo. Palabra símbolo de la confraternidad chiquiana

Yanashallash:

Paraje frío a más de 4,500 metros de altura, afincado en Pachapaqui (Puerta del cielo), Aquia. Lugar privilegiado para el geoturismo. Se ubica en la región puna del sabio de Panao (Javier Pulgar Vidal). Clima seco de mayo a noviembre (con heladas entre junio y agosto). De diciembre a marzo, temporada de fuerte lluvia, granizo perlado, nieve y tupida neblina.

Yunta:

Pareja de bueyes unidos por un yugo asido al arado, que ayudan al gañan a labrar la tierra para la siembra de productos de panllevar.
 
 
Fuente:

Charlando con papá.
 

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