jueves, 31 de julio de 2014

NECESITO UN CABALLO - POR EDUARDO MARTIN CERRATE - SALUDO DE CUMPLEAÑOS




NECESITO UN CABALLO

Por Eduardo Martin Cerrate


Hace tres horas aproximadamente que se ha iniciado el día 1º de septiembre del año 1982, nos encontramos en Chiquián celebrando las fiestas de nuestra patrona y benefactora Santa Rosa de Lima; el día anterior habíamos bailado, comido y bebido hasta muy tarde y en consecuencia las tres de la madrugada para nosotros era momento de reposo y recuperación de energías.

Estamos en la casa materna, en Quihuillán, calle Comercio 2ª cuadra. La casona es antigua con un portón grande que al abrirse las dos hojas, permite el ingreso de animales con carga e inclusive jinetes a caballo a través de un ancho pasadizo que termina en una sala amplia, techada, que da frente a un jardín plagado de rosales, pensamientos multicolores, cartuchos, gladiolos variopintos, plantones de manzanos y de blanquillos, algunos surcos donde afloran zanahorias, cebollita china, culantro, lechugas y una que otra mata de nuestro infaltable chinchu. A ambos lados de la sala se habían acondicionado habitaciones para descansar; en esos momentos yo me encontraba durmiendo en el cuarto del lado derecho. La abuela Emiliana hacía varios años que había fallecido y mi madre no se encontraba en Chiquián, mejor dicho yo era el único habitante en “la gran mansión”. De repente entre las profundidades de mis sueños escucho murmullos y la puerta de mi cuarto que se abre violentamente.

- ¡Aquí esta! ¡Aquí está¡ -grita una voz y yo entre dormido y despierto empiezo a incorporarme en el lecho cuando una potente luz me enceguece, los murmullos se acrecientan dentro de la habitación y un brazo me toma por la espalda.

- ¿Qué pasa? ¿Quiénes son? Qué desean? -mis palabras salen atropelladamente y trato de incorporarme totalmente, pero el que me abraza me retiene y saluda.

- ¡Eduardo! ¡hermanito! estamos visitándote para que nos acompañes esta tarde en la Entrada -y me alcanza una copa con dos buenos tragos de chinguirito bien caliente que yo ingiero rápidamente y trato de pedir explicaciones, pero detrás de él ya está otra persona que no llego a distinguir por la luz que me sigue alumbrando a la cara y he allí que me alcanza otra copa con otra dosis de esta bebida tan típica en nuestra tierra.

- Sírvete! ¡sírvete! ¡Ishcayta Nahuin! (dos son mis ojos) -me dice alegremente y ya totalmente despierto de un sorbo seco la copa.

- Soy Patuco, hermano y estoy viniendo a invitarte para que nos acompañes esta tarde en la Entrada -me dice el que me tenía abrazado y yo ya más calmado y repuesto, sólo atino a decirle:

- Cómo han entrado si yo dejé las puertas con cerrojo –eso no me preguntes, porque yo mismo no sé como lo han hecho mis ayudantes, pero yo entré por la puerta del zaguán.

- ¡Chau hermano!... - y como entraron, se retiraron.

Con cuatro buenos tragos de chinguirito, mi cuerpo, que si bien es cierto se encontraba abrigado dentro de la habitación, empezó a calentarse mas todavía y mi cabeza me anunciaba excesos de alcohol. Dentro de esa casi embriaguez me puse a analizar los acontecimientos en medio de la oscuridad en la que me dejaron. Efectivamente, el Capitán de la fiesta don Patrocinio Allauca, que era el que me había abordado en mi propia cama, esa madrugada al igual que el Inca y su Rumi Ñahui, estaba en el Shogacuy y ambos, cada uno por su lado, visitaban las casas de sus amigos y simpatizantes, para en la tarde los acompañen en la Entrada. Esa tarde el capitán, y sus huestes tratarían de capturar al Inca, el mismo que sería defendido por su ejército formado por el Rumi Ñahui, las pallas y los amigos que estaban siendo visitados esa madrugada.

No recuerdo en qué momento y cavilando no sé qué, me volví a quedar dormido; pero ya en la mañana al despertarme y levantarme se me vinieron de golpe los hechos ya narrados. -"Ahora que hago", me dije en silencio, Patuco personalmente me ha invitado para acompañarlo y no tengo caballo.

Hice mi aseo personal y como no había nadie en casa me fui al mercado a tomarme un caldo de cabeza. En el camino me encuentro con don Elí Castillo y preocupado le pregunto.

- Don Elí, un favor.

- Sí Cerrate -me contesta.

- Quizás Ud. sepa quién me puede alquilar un caballo para esta tarde, fíjese que esta madrugada, no sé cómo, pero Patuco entró hasta mi cuarto para invitarme a acompañarlo en la Entrada.

- Estos muchachos son buenos, seguro han entrado trepando la pared del corral, porque de otra forma ¡cómo!, salvo que dejaras tu puerta sin tranca.

- No, don Elí, yo recuerdo que puse bien el cerrojo, mas bien cuando ellos salieron, juntaron la puerta y me quedé medio mareado ni me acordé y me dormí ahí nomás... Bueno, pero lo que le pregunté, es que si conoce a alguien que me pueda alquilar un caballo.

- Acá difícil, ya no hay buenos caballos y los pocos que quedan deben estar comprometidos con los funcionarios, mas bien en Huasta puede conseguir, allí también son aficionados, vaya por allí y pregunte por el negro Justo Valdéz, él tiene varios animalitos.

- Gracias don Elí, ahí nos vemos.

- Ya Cerrate -se despide.

Terminado mi desayuno en el mercado, seguí indagando por la posibilidad de encontrar un caballo disponible. Como la mañana avanzaba y no había nada positivo, partí a Huasta en una camioneta con la que me movilizaba por la zona (en esa época me encontraba trabajando la mina Aída, de propiedad de la familia Roque, en las alturas de Pachapaqui). Al llegar a la población me informaron que don Justo vivía en Pampam, en la parte baja; finalmente, luego de varias averiguaciones llegué a una casita de Pampam, en cuyo patio se encontraba ensillado un caballo alazán tostado, tamaño medio y recién herrado.

-Don Justo! -grité, al tiempo que tocaba la puerta del zaguán.

-¿Quién? -me contesta una voz masculina desde adentro.

-¡Yo! -respondo, (mientras me pregunto a mí mismo “quien yo”)

- ¿Si? -me inquiere un hombre de mediana altura, flaco, enjuto, de piel oscura, al tiempo que abre la puerta.

- ¿Don justo?

- Sí, ¿qué desea?

- Esta tarde es la Entrada en Chiquián y necesito un caballo para poder acompañar al Capitán.

-¡Ah!, pase, tome asiento -me invita señalando un banquito hecho con un trozo del tronco de la Puya, hermosa planta dada a conocer al mundo por el sabio Raimondi.

Me senté y empecé a explicarle quién era yo, de los motivos de mi solicitud; en fin, que necesitaba uno de sus caballos, tan mentados en la zona. Él sonriente y algo adulado me dice.

-Allí tengo algunos animalitos, y hoy tenemos que estar en la Entrada, está bien, le alquilaré uno.

-¡Gracias! -le dije entusiasmado, sobre todo por el bonito alazán tostado que tenía en el patio, no era para menos.

Acordamos el precio del alquiler y convenimos que me llevaría el animal por la tarde y que lo espere en la casa, que no me preocupara. Ya tranquilo, regresé a Chiquián, guardé el carro y busqué a los amigos para comentarles los hechos y los preparativos que estaba haciendo para acompañar a Patuco. Como era la primera vez que iba a estar en la Entrada, me averigüé lo que debía de hacer, cómo me tenía que prevenir; así pasaron las horas entre la desesperación y la emoción.

A las tres de la tarde los cohetes anuncian la salida del Capitán de su casa, junto a su comitiva y amigos rumbo a Quihuillán, donde se iniciará la Entrada que debe concluir con la captura del Inca en el campo de Jircán.

En la puerta de mi casa, me encontraba tomando unas cervezas con unos amigos, esperando la llegada del negro Valdez, cuando vemos pasar al Capitán, don Patrocinio Allauca y demás acompañantes, sofrena al caballo, un moro de orejitas inquietas, con enfrenadora trenzada y adornada con piezas de plata.

-¡Qué pasa hermanito!, ¿no nos vas acompañar?.

-¡Claro que sí Patuco!, estoy esperando el caballo que me traen desde Pampam, para estar contigo, allá te alcanzo -le digo, mientras le doy una botella de cerveza y brindo con él, augurando la captura del Inca.

- ¡Salud! -me contesta –y no te preocupes, el Inca de todas maneras cae - me dice -y todos reímos de la ocurrencia -te esperamos -finaliza devolviéndome vaso y botella, y continúa su camino seguido de la tropilla de jinetes y la banda de músicos.

Mientras tanto el tiempo pasa y el negro Valdez nada. Vemos pasar al Rumi Ñahui por delante, seguido de sus pallas con sus faldas y pañuelos multicolores al viento, rodeando al Inca que avanza sereno, más atrás el conjunto de cuerdas y toda una multitud de paisanos que a pie lo acompañarán en esta “guerra de caramelos”, como yo lo llamo y que anualmente se reedita en una costumbre ancestral.

Como dije líneas arriba, era la primera vez que participaba de esta recreación y creí necesario tomar mis precauciones: “Dicen que tiran huevos, tomates, también tiran manzanas, hay caramelos que pueden romperte la cabeza”. Con todos estos comentarios, debajo de los pantalones me forré las piernas con cartones, igualmente bajo la camisa tanto en el pecho como en la espalda, me forré con cartones. Me conseguí un casco de esos que usan los mineros, un abrigo largo y una bufanda que me protegía la cara y la nuca.

Ya empieza a sentirse el movimiento de la gente, señal que va a comenzar el evento y el negro Valdéz ¡Nada!, y yo con toda esa ropa encima, parecía un robot que apenas podía caminar, sudando a cántaros.

De pronto varios cohetes se elevan, ¡pum!....¡pum! ...¡pum! retumban en el cielo dejando copitos de nube en cada lugar donde explosionan y de donde se ven caer las varillas de carrizo que les sirviera de guía. Se ha dado inicio a la Entrada, y la banda de músicos lanza sus melodiosas notas al viento animando a los de a caballo a avanzar, mientras los de a pie defendidos por largas varas de maguey atravesadas a lo ancho de la calle impiden que la tropa del Capitán los arrolle y van retrocediendo poco a poco, mientras el conjunto de cuerdas los anima musicalmente a defender sus posiciones. En toda esta trifulca los caramelos y demás elementos “de guerra”, cruzan por los aires tratando de alcanzar a los del bando contrario.

Mientras esto acontecía, yo parecía un atribulado padre en la maternidad esperando el nacimiento de su hijo: entraba a la casa, salía al zaguán, "ese desgraciado ya me engañó"!,... la masa humana avanzaba lentamente, acercándose poco a poco al portón de la casa. De pronto por la otra bocacalle escuchamos el paso amblado de un caballo, cuyos cascos resuenan en el empedrado de la calle, dobla la esquina.

- Ahí llega! -me grita uno de los amigos que me acompañaba. Efectivamente, era el negro Valdez que llegaba apurado, se baja del zaino y se me acerca.

- Disculpe Ud., me demoré un poquito porque no encontraba a la yegüita, se había salido del pasto, pero de todas maneras aquí está.

Y efectivamente, me entrega “una yegüita” de color indefinible, que apenas llegaba al metro veinte de alzada y para colmo, preñada muy próxima a parir.

Miré al esperpento de animal, miraba al negro Valdez, miraba a los amigos que también me miraban; cuál sería mi expresión que señalándome con el índice se reían, primero un tanto temerosos y luego a carcajada abierta.

- ¿Esto me vas a dar? -casi gritando me dirigí a Valdez, mientras miraba su bien ensillado alazán.

- Es lo que me queda, los demás ya los tenía alquilados.

- ¿Y ese alazán en el que vienes montado?.

- ¡No!, ese lo he preparado para pasar mi fiesta, no se lo doy a nadie.

Me encontré en la encrucijada: ¿salgo con esto? ¿no salgo?. pero ya le prometí a Patuco acompañarlo. Estaba en estos cavileos, cuando me vuelve a la realidad la voz del negro Valdez:

– Págueme de una vez, y salgamos de aquí, que ya se acerca la gente.

Y entre risas y bromas de los amigos, pagué lo acordado y subí al animalejo. Valdez, retornando por donde vino, haciendo caracolear su alazán, a la distancia me grita:

- En Jircán me lo entrega, al terminar la Entrada.

Yo, montado en “la yegüita”, con casco, bufanda y abrigo, que parecía un gnomo cuyos pies casi llegaban al suelo, al paso cansino del animal avancé hasta la bocacalle por donde desapareció Valdez, para esperar que pase la muchedumbre y finalmente poder acompañar al Capitán, al amigo Patuco.

Epilogando esta experiencia, concluyo el relato con el recuerdo de “Chico” y “Altamar”, dos potros, el primero un castaño terciado y el segundo un alazán tostado de primer tamaño, que con el tiempo adquirí en la costa y los llevé a Chiquián, donde por varios años lucieron su estampa y permitieron resarcirme de los ingratos momentos, que hoy, ya sonriente me permito dar a conocer.

Fuente:

Página Web del Club Chiquián
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http://clubchiquian.multiply.com/
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Entrañables paisanos: Eduardo Martin Cerrate, Félix Víctor Rivera Anzualdo y Román Grimaldo Ibarra Damián. Nuestras oraciones por las almas buenas de nuestra paisana Celia Chávez Araujo de Aranda y de nuestro hermano Carlos Lara Márquez, quienes vieron la luz primera un día como hoy. Que Dios los bendiga.
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Nalo


31 DE JULIO DE 1926: NACE EN HUARAZ ROSA CERNA GUARDIA - FOLIOS DE LA UTOPÍA: ROSA NOS ENSEÑA A CREER - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
*****
 
31 DE JULIO
 
 
NACE
ROSA
CERNA
 
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
ROSA QUE
NOS ENSEÑA
A CREER
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Cómo era
el mar
 
La escritora para niños del Perú y el mundo Rosa Cerna Guardia nació el 31 de julio del año 1926 en Huaraz donde estudió y trabajó de maestra, para trasladarse después en 1953 a Barranco, a orillas del mar en una casa rodeada de árboles, petirrojos, ardillas, zapatitos de juguete que era su colección más preciada. Y del fervor de maestros y niños quienes eran los que más visitaban su casa, donde murió el 10 de diciembre del año 2012.
 
Es curioso que entre quienes somos y hemos venido del contrafuerte andino una presencia obsesiva haya sido y siga siendo el mar:
 
Yo podía morir,
pensando en morirme sin conocer el mar;
y ya lo conocía de tanto mirarlo crecer
en todas las orillas de mis sueños;
siempre su rumor me despertaba;
pero tras las cordilleras de mi pueblo
no lo veía nunca.
 
Como es a la vez cierto que somos muchos quienes habiendo nacido enclavados en la serranía hemos venido a dar con nuestra vida a la orilla del mar. Pero, ¡cuánto lo habíamos soñado! ¿Cuántos de nosotros enclavados entre las montañas no nos habíamos preguntado cómo era el mar?
 
2. Oh mar,
palabra inacabable
Y prosigue:
 
Un día no recuerdo si fue despierta o dormida
que miré profundamente el mar.
No sé si trasoñaba o realmente existía.
Era... es... tenía..., ¡cómo poder decirlo!
la belleza del cielo de mi pueblo
que yo ya no veía,
disuelta en agua viva
lamiéndome los pies.
– Desde entonces, yo muero
cada vez que miro el mar.
 
¡Y era increíble la dificultad para imaginarlo! De allí que a cada niño que venía a la costa y regresaba la pregunta a su retorno era:
 
– ¿Cómo es el mar?
 
¡Y qué arrebato era imaginarlo! En el caso de ella es hermoso que ahora al entrar a sus orillas mire el cielo de su tierra natal.
 
Al respecto, recuerdo otro poema de ella donde expresaba acerca del mar algo así como: ¡Oh mar, palabra inacabable! Porque, siendo apenas de tres letras, ¿dónde termina esta palabra? Ahora ella habita en el mar y en la inmarcesible Cordillera Blanca.
 
3. Todos
los matices
 
Rosa Cerna ha creado un mundo maravilloso que se refleja en sus aproximadamente treinta libros publicados entre cuentos, poemas, relatos y novelas. Es la escritora peruana con mayor trayectoria en la creación de libros para niños. Y aunque su labor ha sido silenciosa, no por ello ha dejado de ser reconocida. 
 
El libro por el cual es mayormente célebre es Los días de Carbón, historia entrañable que sigue las aventuras de una niña y su perrito negro como el carbón. La narración fluye en una trama clara y directa que va presentando la visión de una protagonista tierna quien madura con cada suceso que le ocurre en compañía de su perro y en íntima relación con la naturaleza y con el ambiente en que vive. Esta obra constituye así una fidedigna expresión de los paisajes, de los hombres, de las cosas, de las costumbres, de toda la vida de un pueblo de la cordillera andina.
 
Otra obra representativa de Rosa Cerna es Una flor de cuentos, conjunto de variados relatos amenos e interesantes, tanto para niños y jóvenes como también para adustos. Como su nombre indica, tienen en la belleza y la armonía su eje central. La prosa es armoniosa y delicada, lo que hace que los relatos sean excelentes para animar un plan lector. Tiene todos los matices: la leyenda, la fantasía, la picardía, el romance.
 
4. Fablillas
del pesebre
 
Otros títulos de esta autora son: Tataramundo y Al alcance de los niños 1 y 2, que constituyen una maravillosa recolección del folclore literario de su tierra; y La alforja del jorobado. Es autora de poemarios como Imágenes en el agua, Figuras del tiempo, El mar y las montañas y Desde el alba. Y de acertadas antologías como: Los niños del Perú y sus poetas.  
 
Pero he aquí el libro que yo más adoro de Rosa Cerna: Fablillas en el pesebre, un libro de fe, un libro oración, un libro votivo; que nos enseña a vivir con lo humano y divino, con lo natural y lo sagrado, con lo trascendente y cotidiano. Sólo posible de ser escrito por alguien que habla a diario con Dios y quien piensa que lo único cierto en la vida es la existencia de un creador bueno.
 
Rosa Cerna nos hace presente en este libro a un Dios de amor, a un Dios de candor, y a un Dios de infinita ternura, a un Dios niño, capaz de intimidad, de hondas confidencias, de secretos humildes, pequeños y nimios, ¡esa es su virtud!, la misma que por ser así resulta extraordinaria para todos nosotros.
 
Necesitábamos este libro en nuestras vidas. Necesitábamos que alguien haga un lugar en nuestra casa donde irradie un sentido nuevo y profundo de las cosas. Que una matita de flores desde un huerto nos invada con su perfume y nos haga sonreír, despiertos o en sueños.
 
5. En el centro
de lo sagrado
 
Necesitábamos un manojo de palabras llenas de fervor, un haz de luces que nos devolviera la tranquilidad, la confianza de que todo está bien, de que no hay nada que temer, que hay que confiar. Necesitábamos una voz que nos diga que lo grave ya pasó, que debemos tener calma. Que hay un conductor en el timón del universo, y que él, para mayor seguridad, ¡es un niño!, es decir un ser puro, en quien además palpita la gracia de ser Dios.
 
Necesitábamos alivio en nuestras sienes, y he aquí la razón de este libro. Necesitábamos una mano y una voz que relaje en algo nuestras tensiones y quebrantos. Que pulse, toque y afloje nuestros nervios tensados. 
 
Que alguien muy despacio abra nuestra puerta y deje entrar la luz sin que la sintamos, sino que nos llegue lentamente como una melodía, una paz, una calma, un rumor de hojas y de viento nuevos. Que diga que viene por nosotros. Que está destinada, o destinado, para cruzar con nosotros, el caudal torrentoso de la vida y de la muerte.
 
Con Fablillas en el pesebre de Rosa Cerna Guardia, se hace fácil entender y sentir lo que a veces es tan difícil y para muchos imposible –¡oh pesar!–, y ello es: que vivimos en el centro de lo sagrado. Y que esa maravilla y excelsitud está en lo íntimo de lo que somos, en lo natural y cotidiano de nuestras existencias.
 
6. Nos enseña
a creer
 
A su voz se une en este libro la de Esther Allison, aquella gran poeta que nos legó su palabra ferviente, sus cantares, su devoción. 
 
Quien se dedicó a escribir acerca del brote de una hierba en el jardín, conmovida ante una gota de rocío que tiembla en una hoja o en lo alto del tejado como lluvia o como estrella.
 
Los cuentos de Rosa son pequeñas joyas que acompañan muy bien a los villancicos de Esther.
 
Nos donan ambas el prodigio de la pureza, y de un manojo de sentimientos sutiles –como esas flores en lo alto de los muros de los pueblos humildes– inocentes pero a la vez inmarcesibles.
 
Por eso, quien coja en sus manos y lea este libro se hará bueno, sino es para siempre al menos por un momento, lo cual es ya bastante y extraordinario ser buenos siquiera por un instante.
 
Porque nos enseña a creer en algo inmenso y absoluto, aunque pequeño y tierno.
 
Nos guía a confiar más y mejor; pero sobre todo, a vivir iluminados por la gracia y el milagro del amor.
 
7. Desborda
cariño
 
Rosa Cerna Guardia logra, desde muy temprano en su obra, separarse de la literatura infantil reincidente en los relatos saturados de exotismo, propios de la literatura infantil tradicional. 
 
Presenta así niños y niñas muy cercanos a la realidad del lector común y corriente, dentro de la casa paterna, junto a las mascotas, inmersos en los sentimientos hacia la familia y hacia los amigos.
 
Y esto, sin necesidad de caer en la crudeza que muchos autores realistas buscan inclusive como objetivo. 
 
Sin embargo, esta vuelta hacia al mundo inmediato no significa que la autora pierda la fantasía en su obra, sino muy por el contrario.
 
Lo innovador en ella es que su prosa hace de una actividad cotidiana, como puede ser alimentar a una mascota, una aventura llena de sentimientos asumidos con dulzura, divagación y éxtasis, muy propios de la literatura infantil. 
 
Sus descripciones desbordan cariño hacia el paisaje del lar originario, hacia la persona confidente, a los primeros sentimientos complejos que siente el ser humano en su infancia.
 
8. Siempre atenta
al mañana
 
En cuanto a los temas, debemos de señalar tres muy predominantes en su obra: la solidaridad, la comprensión y la inclusión.
 
La solidaridad es quizás el tema más recurrente en la obra de Rosa Cerna, que se desarrolla significando la unión en el nivel sentimental y anímico entre seres muy diferentes e incluso antagónicos. 
 
Esta unión se logra a través de la coincidencia de sentimientos entre los personajes, quienes encuentran armonía gracias al descubrimiento de que somos prójimo y semejantes. 
 
El segundo tema, que es la comprensión se entrelaza siempre con el primero: el niño debe hallar en el extraño y diferente una identidad tan valiosa como la suya. 
 
En este proceso, la autora ubica también el tercer tema: la inclusión que logra hacer que todos nos sintamos hermanos pese a nuestras diferencias. 
 
Y es que Rosa Cerna propone mundos utópicos que los niños pueden anhelar y vivenciar a través de sus páginas y poner en práctica en su realidad cotidiana. 
 
Quizás en esto aflora su actitud de maestra, siempre atenta al mañana de los niños que a ella acuden y en ella se acogen.
 
9. Mujer
de la ternura suprema
 
Rosa Cerna es quien bajó desde las altas montañas y pudo finalmente llegar al océano, inmensidad a quien dice:
 
Acaricio en tus ojos
la forma de los peces
y todo lo marino que acontece en ti,
las grutas que la esponja cala bajo el agua
el incesante ruido con que se mece el mar.
La nevada espuma que golpea las riberas
y la remota estrella reflejada en tu ser.
 
Creo que ese mar es su propia perfección y su propia infinitud.
 
Nada mejor para ilustrar todo lo dicho en relación con Rosa Cerna Guardia, lo que ella misma nos expresa en el pórtico de Los días de Carbón, con lo cual quiero finalizar esta nota de nostalgia y de adhesión plena a su ejemplo de artista y de maestra.
 
Y creo también que estas son las palabras emblemáticas para toda la vida y obra de esta poetisa de la vida, esta decantadora de los sentimientos más sutiles del alma humana, esta mujer de la ternura suprema...
 
10. El rozar
de unas alas
 
…Es en estas palabras en donde encuentro el secreto de su mensaje, la imagen y la metáfora profunda de su existencia, espejo de lo que ella es espiritualmente, cuando nos habla de este modo:
 
Poseo como nadie, la imagen del ave que un día murió en mis manos. Me ha quedado para toda la vida su último temblor y sus suspiros. Es como una huella que llevo; por ella, todos podrán reconocerme como la mujer que tiene en su mano una cicatriz embellecida por la semilla del trigo que, teniéndola en el pico, no alcanzó a tragar.
 
Llevo esa semilla dentro de mí como si llevara un secreto muy hondo por hermoso y querido.
 
Su corazón ya sin palpitación, está unido a mis latidos y sus ojos me miran a través de todos los árboles que miro.
 
A veces cuando estoy triste pienso en ella.
 
Su alma que vivió en los cielos me hace sentir la frescura del aire que rozó sus alas; entonces, recuerdo que llevo este secreto y me siento feliz.
 
 
El texto anterior puede ser
reproducido, publicado y difundido
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Teléfonos: 420-3343 y 602-3988
 
dsanchezlihon@aol.com
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Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
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IMÁGENES DEL RECUERDO
 
 
POETA Y ESCRITORA ANCASHINA ROSA CERNA GUARDIA
 
 













 
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 POETA Y ESCRITORA ANCASHINA ROSA CERNA GUARDIA

REYDA ALVARADO: CHIQUIANITA BELLA MUJER

JUDITH BALAREZO - LINDA CHIQUIANA

NIEVES ALVARADO

RITMO ANDINO DE HUASTA

La casa vieja - Nieves Alvarado

Hualín Aldave Palacios

ORQUESTA RITMO ANDINO DE HUASTA

Oswaldo Pardo Loarte

Chiquián - Marco Calderón Ríos

BANDA DE LLIPA

LUIS PARDO, EN LA VOZ DE CARLOS ORO

WET - COMO QUIEN PIERDE UNA ESTRELLA

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